GUSTAVE FLAUBERT.
Gustave Flaubert nació el 12 de diciembre de
1821, en Ruán, Normandía, y murió el 8 de mayo de 1880, en Croisset, una casa
de campo en las cercanías de Ruán, adonde vivió con su familia, casi toda su
vida, pues tenía que llevar una vida tranquila por problemas de salud.
La obra
más importante de su producción, "Madame Bovary - Costumbres
Provincianas", fue escrita en 1857. Toma como escenario la burguesía del
Siglo XIX a la que describe con detalles de lo observado, y muestra el
adulterio y el suicidio, la monotonía y las desilusiones de la vida cotidiana y
otros temas que -si salían a la literatura- escandalizaban, lo que le valió el
tener que enfrentar un juicio por ofensas a la moral pública y a la religión.
Si
bien "Madame Bovary" es la más conocida de las novelas de Flaubert,
también escribió obras tales como la novela histórica "Salambó"
(1862), la novela "La educación sentimental" (1869), "La
tentación de San Antonio" (1874), tres narraciones cortas publicadas con
el título de "Tres cuentos" (1877) y dos trabajos editados
póstumamente, la novela inacabada "Bouvard y Pécuchet" (1881) y
"Diccionario de lugares comunes" (1911) y sus cartas, publicadas
póstumamente, "Correspondencia" (4 volúmenes, 1887-1893).
La
Frase:
"Siempre he procurado vivir en mi torre
de marfil. Pero una marea de mierda bate ahora sus muros hasta el punto de
derrumbarla. No se trata de política, sino del estado mental de Francia".
“Ser
estúpido, egoísta y estar bien de salud, he aquí las tres condiciones que se
requieren para ser feliz. Pero si os falta la primera, estáis perdidos”.
“¿Hay ideas tontas e ideas grandes?
¿No dependerá acaso de cómo se llevan a la práctica?”
Gustave
Flaubert.
La
Obra:
Este libro —dirá Maupassant— toca todo lo que hay de más grande, de más curioso, de más sutil y de más interesante en el hombre: es la historia de la idea en todas sus formas, en todas sus manifestaciones, en todas sus transformaciones, en su debilidad, en su fuerza (Le Gaulois, 6-IV-1881).
.Bouvard y Pécuchet
Se cumplen 190 años del natalicio del escritor francés, con un
merecido lugar entre los clásicos no sólo por haber creado a Emma Bovary sino
por La educación sentimental. Sin embargo, al volver sobre su obra a veces nos
olvidamos de Bouvard y Pécuchet, la inacabada novela publicada hace 130 años, obra
que debiéramos releer de fin de año, para cerrarlo con satisfacción.
Tan importante es ésta novela que está reseñada en las Obras completas
de Borges con el artículo “Vindicación de Bouvard y Pécuchet”, donde exalta el
talento de Flaubert para escribir una “historia engañosamente simple”. “Las
negligencias o desdenes o libertades del último Flaubert han desconcertado a
los críticos; yo creo ver en ellas un símbolo. El hombre que con Madame Bovary
forjó la novela realista fue también el primero en romperla (…) la obra mira,
hacia atrás, a las parábolas de Voltaire y de Swift y de los orientales y,
hacia delante, a las de Kafka”. ¿Se
propuso Flaubert hacer una revisión de todas las ideas modernas sobre la novela y murió en el epílogo? No lo
sabemos. Lo cierto es que dejó muestras
de la dimensión de su capacidad narrativa, de su comprensión del mundo y del
alma humana.
Bouvard y Pécuchet es una obra
magistral, es la historia de dos almas
gemelas, pero, a medida que avanza la novela, el lector empieza a descubrir la
farsa filosófica creada por Flaubert: la acción comienza en 1839. Bourard y Pécuchet se sientan
casualmente una tarde de mucho calor en el mismo banco de una calle de París,
empiezan a conversar y se sorprender de todas las cosas que les unen: ambos
tienen 47 años, ambos son copistas en oficinas grises y viven solos (uno es
viudo sin hijos y el otro soltero). Se hacen amigos, y gracias a la herencia
que recibe Bourard pueden dejar la capital e instalarse en una casa de campo.
Aquí empezarán interesándose por la agricultura, pero desoirán los consejos de
los lugareños y se guiarán por la lectura de manuales agrícolas. Fracasarán y
este será el comienzo de una intensa serie de fracasos en prácticamente todas
las disciplinas del saber humano. Bouvard y Pécuchet son dos imbéciles que, al
igual que Alonso Quijano,
quieren vivir según lo aprendido en los libros. La obra es una exploración a los límites de la
ingenuidad, la imbecilidad, la ignorancia y la filosofía.
El talento de los protagonistas de esta obra radica en que dejan sus trabajos y se retiran al campo a
disfrutar de una herencia. Sin embargo, más que trabajar el agro para adquirir
buenas cosechas empiezan a cultivar su
propio pensamiento sin habérselo propuesto. Y en la medida que iban teniendo
mas conocimientos mas se enredaban en
sus propósitos... Se consultaban mutuamente, investigaban en un libro, pasaban a otro, y después no sabían
qué resolver ante la divergencia de opiniones.
Pasan mucho tiempo en estas disquisiciones y consideraciones hasta que
la granja los devora y para librarse de aquel sino trágico acuden a todos lo
saberes agrícolas hasta que se dan por vencidos y terminan en ciencias como
química, anatomía, medicina, fisiología. Y cada libro, cada estudio, cada
debate les genera mayores interrogantes y mayor confusión hasta que Boubard
afirma:“Los resortes de la vida están ocultos para nosotros”.
En largas jornadas de reflexión revisan las teorías de la creación del mundo,
la arqueología, la geología, el origen del hombre, el arte, la historia, la
política , la gramática. Incluso abordan gimnasia, espiritismo, magnetismo,
esoterismo y magia. Es el transito
inesperado de la vida misma. Siempre los personajes inmersos en una sociedad decadente,
en transformación, buscando su propia identidad mental y espiritual. Por algo
Bouvard piensa que “no se sabe nada de un hombre en tanto se ignoran sus
pasiones”. Y por ello se sumergen, sin ningún
concierto y sin guía, en el amplio mundo del conocimiento humano.
Flaubert para justificar las utopías de sus personajes afirmo: “Lo
espantoso del mundo los desconsolaba y para hacerlo más hermoso lo han padecido
todo”, hasta tal punto que, no estudian mas por miedo a mas decepciones y
terminan construyendo discursos sobre la
libertad, el amor, las mujeres, la amistad, la religión, la alquimia etc.etc. Sus
inteligencias necesitaban una tarea y sus existencias una finalidad. Todo lo
vivido se justificaba y Flaubert por eso redondeó anotando: “Las dudas los
agitaban, porque si los espíritus mediocres son incapaces de cometer errores, los errores
son propios de los maestros y ¿habrá que admirarlos? ¡Es demasiado! No obstante
¡los maestros son los maestros!”.
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