"UN HOGAR SIN LIBROS ES COMO UN CUERPO SIN ALMA"
"VEO QUE ME HA SUCEDIDO LO MISMO QUE OCURRE A LOS MANUSCRITOS PEGADOS EN SUS ROLLOS TRAS LARGO TIEMPO DE OLVIDO:HAY QUE DESENROLLAR LA MEMORIA Y DE VEZ EN CUANDO SACUDIR TODO LO QUE ALLÍ SE HALLA ALMACENADO"
SENECA-

miércoles, 19 de octubre de 2011

PLATÓN





Filósofo griego (Atenas, 427 - 347 a. C.). Nacido en el seno de una familia aristocrática, abandonó su vocación política por la Filosofía, atraído por Sócrates. Continuador del pensamiento Socrático se enfrentó abiertamente a los sofistas (Protágoras, Gorgias…). Tras la muerte de Sócrates (399 a. C.), se apartó completamente de la política; no obstante, los temas políticos ocuparon siempre un lugar central en su pensamiento, y llegó a concebir un modelo ideal de Estado.  En Atenas  fundó una escuela de Filosofía en el 387, situada en las afueras de la ciudad, que denominaron  La Academia, por encontrarse cerca al parque de Academos. 

En ella se estudiaba todo tipo de materias, dado que la Filosofía englobaba la totalidad del saber, especialmente la Lógica, la Ética o la Física y la política. Pervivió más de novecientos años, hasta que Justiniano la mandó cerrar en el 529 d. C., y en ella se educaron personajes de importancia tan fundamental como Aristóteles.

A diferencia de Sócrates, que no dejó obra escrita, los trabajos de Platón se han conservado casi en su totalidad y se le considera por ello el fundador de la Filosofía propiamente dicha. La mayor parte de sus  escritos están  en forma de Diálogos, como los de La República, Las Leyes, El Banquete, Fedro o Fedón

El contenido de estos escritos es una especulación metafísica, pero con marcada orientación práctica. El mundo del  ser en sí  es el de las ideas, mientras que el mundo de las apariencias, que nos rodea, está sometido a continuo cambio y degeneración. De otra parte, el hombre es un compuesto de dos realidades distintas unidas accidentalmente: el cuerpo mortal (relacionado con el mundo sensible) y el alma inmortal (perteneciente al mundo de las ideas. Este hombre dual sólo podría conseguir la felicidad mediante un ejercicio continuado de la virtud para perfeccionar el alma; y la virtud significaba, ante todo, la justicia, compendio armónico de las tres virtudes particulares, que correspondían a los tres componentes del alma: sabiduría de la razón, fortaleza del ánimo y templanza de los apetitos.

La completa realización de este ideal humano sólo puede realizarse en la polis, dentro de  la comunidad política, donde el Estado da armonía y consistencia a las virtudes individuales. El Estado ideal de Platón sería una República formada por tres clases de ciudadanos -el pueblo, los guerreros y los filósofos-, cada una con su misión específica y sus virtudes características: los filósofos serían los llamados a gobernar la comunidad, por poseer la virtudde la sabiduría; mientras que los guerreros velarían por el orden y la defensa, apoyándose en su virtud de la fortaleza; y el pueblo trabajaría en actividades productivas, cultivando la templanza. 


La frase:




“Ahora –proseguí- represéntate el estado de la naturaleza humana, con relación a la educación y a su ausencia, según el cuadro que te voy a trazar. Imagina un antro subterráneo; que tenga en toda su anchura  una abertura que dé libre paso a la luz, y en esta caverna, hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni volver la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente  ver los objetos que  tienen en frente. Detrás de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, supóngase un fuego cuyo resplandor los alumbra, y un camino elevado entre ese fuego y los cautivos. Supón a lo largo de este camino un tabique, semejante a la mampara que los titiriteros ponen entre ellos y los espectadores, para exhibir por encima de ella las maravillas que hacen.
-Ya me represento todo eso- Dijo.

Figúrate ahora unas personas que pasan a lo largo del tabique llevando objetos de toda clase, figuras de hombres, de animales, objetos de piedra o de madera de manera que todo esto sobresalga del tabique. Entre los portadores  de todas estas cosas , como es natural,  unos irán hablando y otros pasarán sin decir nada.

-¡Extraños prisioneros y cuadro singular! –dijo-

Se parecen, sin embargo, a nosotros punto por punto. –dije-

Por lo pronto, ¿crees que puedan ver otra cosa, de si mismos y de los que están a su lado, que las sombras que el fuego proyecta enfrente de ellos al fondo de la caverna?

-¿Cómo habrían de poder  ver mas –dijo-  si desde su nacimiento están precisados a tener la cabeza inmóvil?

Y respecto de los objetos que pasan detrás de ellos ¿pueden ver otra cosa que las sombras de los mismos?

-¿Qué otra cosa sino?- 

Si pudieran conversar unos con otros ¿no convendrían en dar a las sombras que ven los nombres de las cosas mismas?
-Por fuerza-
¿Se imaginarían oír hablar a otra cosa que a lñas sombras mismas que pasan por delante de sus ojos?

-¡No, por Zeus! –exclamo-

En fin, no creerán que pudiera existir otra realidad que estas mismas sombras de objetos fabricados. –dije-

-Es forzoso por completo.”



La Obra:


La República.

Hace mucho tiempo que  leí por primera vez La República, entonces, gajes de la juventud, pase a vuelo de neblí aligero sobre ella sin percatarme lo suficiente de su contenido, muy a pesar de que el mundo, tal  como hoy, se estaba  desboronando, desdibujándose lo que dábamos por cierto e imponiéndose, valiéndose de los medios de comunicación, un pensamiento “nuevo” en contra vía  de las aspiraciones ciudadanas.

Debo decir, que es Platón, sin lugar a dudas, el pensador político más profundo de su época. En conjunto Platón fue  hostil a la democracia, pero su pensamiento fue evolucionando  en la medida en que iba aumentando su experiencia como observador  de la polis. Experiencias  que deja plasmadas en La República y que posteriormente va modificando en El Político y en Las Leyes.

Centrémonos por ahora en La República donde Platón y su maestro Sócrates hablan de La justicia. ¿Justicia? Entonces en Grecia, como hoy en nuestro mundo contemporáneo no pasaba de ser más que un bonito ideal. La justicia social se está yendo al garete sin que la acción política, sujeta a los principios del mercado, haga nada por impedirlo. El mercado, que, desde el punto de vista conservador recompensa  a los virtuosos y castiga  a los holgazanes, comienza a dar muestras de  su fracaso estruendoso, en forma parecida a como las instituciones griegas de la época de Platón hacían aguas: En  el “Gorgias” Platón combate seriamente la democracia. Reprocha a los políticos el haber buscado excesivamente el poder material de la ciudad, a enriquecerse personalmente en lugar de enseñar a los ciudadanos y así mismos la justicia y la moderación.

Platón escribió cosas muy importantes en la primera parte de La República, en el libro II, una vía hacia LA LIBERTAD. La cuestión que se planteaba era la siguiente: ¿Respetaría alguien la ley si no fuera por el miedo al castigo? ¿Buscaría alguien la justicia espontáneamente? ¿O se saldría ese alguien con la suya cada vez que se le antojara?  Como de costumbre Platón dialoga con Sócrates y con algunos amigos. Glaucón, un amigo que  quería que Sócrates hiciera la mejor defensa posible de la justicia cuenta una historia  descorazonadora. Es el mito del anillo de Giges:

En el antiguo reino de Lidia, un pastor, Giges, roba un anillo de oro del cadáver de un gigante. Cuando esta sentado con otros pastores, Giges comienza a juguetear con el anillo, colocándolo en la palma de su mano. De repente se da cuenta de que los pastores están hablando de él como si no estuviera presente . Con la joya en la mano, ¡el anillo lo hace invisible!.- Glaucon prosigue-:

Seguro de su descubrimiento, se hizo incluir entre los pastores que habían de ir  a dar cuenta al rey. Llega a palacio, corrompe a la reina, y con su auxilio se deshace del rey y se apodera del trono.

Ahora bien, si existiesen dos anillos de esta especie, y se diesen  uno a un hombre justo y otro a uno injusto, es opinión común que no se encontraría probablemente un hombre de carácter bastante firme para perseverar en la justicia y abstenerse de tocar los bienes ajenos… En nada diferían, pues,  las conductas del uno y del otro: ambos tenderían al mismo fin.

El anillo de Giges sigue en manos de los Banqueros, los especuladores financieros, políticos y muchos otros desaprensivos que no piensan sino en su interés personal.

La República, desde nuestra perspectiva, es anti democrática, ofensiva y extraña para nuestros gustos. En una sociedad democrática, en la que todos los ciudadanos nos creemos iguales, con los mismos derechos, deberes y obligaciones,  y,  con la codicia del vil metal a cuestas, confundiendo nuestros sentimientos y la envidia corroyendo la conciencia causando más confusión aun si se quiere, nos pone ante la gran disyuntiva. ¿Qué podemos hacer? La esencia del espíritu democrático es la libertad de pensamiento y acción, la competencia como núcleo central de la sociedad. Por lo mismo sufriremos siempre las consecuencias de los aspectos que más  valoramos de nuestro sistema y que desde luego siempre serán mejorables. La República de Platón es una bella utopía que deja algunas enseñanzas que no debemos despreciar, tanto más cuanto que, el anillo de Giges sigue en la mano de alguien…


martes, 18 de octubre de 2011


Giovanni Bocaccio(1313-1375)

El Autor:

Escritor y humanista italiano, fue hijo natural del mercader florentino Bocaccio da Chellino, al servicio de los Bardi (familia noble), y de una joven francesa. Es considerado el padre de la prosa Italiana, así como el creador de la novela y el renovador de la antigua épica.

Paso su infancia en Florencia, y no tardo en abandonar el comercio por la carrera de leyes y el posterior cultivo de las letra. Su estancia en Nápoles le inspiro el escenario y la atmósfera de las obras evocadoras de la figura de Fiammeta, su amada, presente en gran parte de su producción.

 Regreso a Florencia en 1340, fue testigo en 1348 de la terrible epidemia peste descrita en la introducción de Il Decamerone (1350-1355).



La frase:




Y, ella, que con ocho hombres tal vez unas diez mil veces se había  acostado, se acostó como doncella y le hizo creer que lo era; y luego vivió mucho tiempo con él felizmente como reina. Y por eso se dice: “Boca besada no pierde ventura, es más, se renueva como hace la luna”.

                                                                          La Hija del Sultán

                                                                         El Decamerón.







La Obra:


El Decamerón (1350-1355)

En las obras que hemos citado hasta la fecha faltaba el sexo. Excepción hecha de las tímidas provocaciones de Safo, los vínculos tormentosos, entre marido y mujer, en las tragedias griegas, las románticas escenas en Shakespeare y en otros autores. El erotismo, en el sentido corporal inmediato, no lo hemos encontrado. Es con Bocaccio que encontramos a Eros en todo su esplendor, eros como la fuerza de la vida, Hasta ahora lo habíamos visto como una amenaza para la salvación: La condena de la carne se dejaba sentir con fuerza en San Agustin y en Dante. La carne debía ser domesticada para evitar el infierno tanto en la tierra como en la  vida eterna.

Bocaccio le pone punto final  a esta forma de mirar la vida y nos invita a vivirla plenamente, a sacarle el mayor partido al momento presente. ¡Bocaccio es liberador! Es el primer escritor que celebra la mayor capacidad sexual de la mujer. En sus cuentos el sexo  derriba todos los muros sociales. Las mujeres de bien se acuestan con criados  y mozos de cuadra y luego se plantan desafiantes ante sus maridos. La naturaleza se manifiesta plenamente insistiendo en que debemos aceptar el temperamento sexual. Es esta la visión “primitiva”, normativa si se quiere, de las relaciones entre los sexos, una actividad natural en la que todos están invitados a participar, salvo aquellos  que  voluntariamente se  nieguen a hacerlo. Bocaccio nos devuelve al paraíso del cual habíamos sido arrojados.



Esta obra, recopilación de cuentos dividida en diez jornadas con diez narraciones o historias cada una de ellas va precedida de un prologo dedicado a los amantes desgraciados y a las mujeres y de una introducción donde se expone el argumento que sirve de vínculo a los cien relatos de que se compone. Las devastaciones de la peste es el motivo de que se reúna en sociedad un grupo privilegiado de siete damas y tres caballeros, los cuales, en el retiro del campo, deciden buscar distracción, designando para cada día a un cuentista o narrador. Obra predilecta de la sociedad burguesa de los s. XIV y XV, su técnica realista se  encamina al propósito de dar verosimilitud narrativa a las historias referidas.

Este libro al igual que la "Divina Comedia" de Dante Alighieri o los escritos de Petrarca, anuncian  lo que se llamó más tarde "Renacimiento", rompe con la tradición de escritos místicos predominantes en la época , presentando al ser humano como lo que es, una persona con virtudes y defectos, con sus penas y sus glorias: lo pícaro , lo lascivo , el engaño , grandes amores, en fin, el ser humano al desnudo , no faltando en ocasiones lo cómico y también lo trágico.




lunes, 17 de octubre de 2011


           

San Agustín

El Autor.

San Agustín, nacido en el año 354 d.C. en los confines del Imperio Romano, en Tagaste, Argelia, vivía en Hipona.  Cuando los Godos saquearon Roma en el 410. Teólogo latino. Hijo de un pagano, Patricio, y de una cristiana, Mónica, San Agustín inició su formación en su ciudad natal y estudió retórica.

La  lectura de las Escrituras le decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una fe impuesta no fundada en la razón. Su preocupación por el problema del mal, fue determinante en su adhesión al maniqueísmo. Dedicado a la difusión de esa doctrina, en Cartago (374-383), Roma (383) y Milán (384).

La lectura de los neoplatónicos, probablemente de Plotino, debilitó las convicciones maniqueístas de San Agustín y modificó su concepción de la esencia divina y de la naturaleza del mal, de manera que el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.

En 388 regresó definitivamente a África. En el 391 fue ordenado sacerdote en Hipona. Tras la muerte del obispo Valerio, hacia finales del 395, San Agustín fue nombrado obispo de Hipona. Desde esta tribuna escribió sus célebres Cartas a amigos, adversarios, extranjeros, fieles y paganos, y ejerció a la vez de pastor,  orador y juez.

Al caer Roma en manos de los godos de Alarico (410), se acusó al cristianismo de ser responsable de las desgracias del imperio, lo que suscitó una encendida respuesta de San Agustín, recogida en La Ciudad de Dios, que contiene una verdadera filosofía de la historia cristiana.

El tema central del pensamiento de San Agustín es la relación del alma, perdida por el pecado y salvada por la gracia divina, con Dios, relación en la que el mundo exterior no cumple otra función que la de mediador entre ambas partes. De ahí su carácter esencialmente espiritualista, frente a la tendencia cosmológica de la filosofía griega. La obra de Agustín  se plantea como un largo y ardiente diálogo entre la criatura y su Creador, entre el bien y el mal, esquema que desarrollan explícitamente sus Confesiones.

Debe tenerse en cuenta  que Agustín llevo en su juventud una vida disoluta ocasionada por  su ingobernable miembro masculino, le preocupaban mucho sus involuntarias erecciones. Agustín las interpretaba como una reprobación divina, como un castigo por el pecado original. Agustín hace referencia a  su ingobernable  miembro una y otra vez; este hecho se convirtió en una de las claves tematices  de su teología, el pecado, la desobediencia, la falta de voluntad.

La Frase:

“Ya al alma, que se había deleitado ny usado mal de su propia libertad y se había desdeñado de conocer a Dios, la había dejado la obediencia que le solía guardar EL CUERPO… no le tenía a su albedrio, ni del todo sujeta la carne como siempre la pudo tener si perseverara ella guardando la obediencia y subordinación a su Dios. Entonces, pues, la carne comenzó a pecar contra el espíritu”

 La Ciudad de Dios.


La Obra:


La Ciudad de Dios /  Las confesiones

Es una obra extraordinaria, un  mayúsculo esfuerzo por dejarlo todo atado y bien atado, por organizar y estructurar bien la vida. La Ciudad de Dios es una obra que llena todos los espacios intelectual y conceptualmente, material, y espiritual, en idéntica forma y manera que dios lo llena todo. En él se resume la cultura clásica, se combate el paganismo, se elogia a Platón, se interpreta el Antiguo y el Nuevo Testamento, se habla de la creación, del tiempo, del estado y de las criaturas de Dios y su felicidad. Dios, pensaba Agustín, tenía un proyecto para el hombre, para su historia. Pero también para lo irracional, para lo discordante, para lo inexplicable.

La Ciudad de Dios influye de manera decisiva en la cultura de occidente, introduce la cultura Greco-Romana en la historia Cristiana. La influencia de Platón sobre Agustín es una de las líneas principales de4l pensamiento de occidente. Agustín adopto el idealismo Platónico, la jerarquía según la cual las formas, las ideas, constituyen la perfección, y las cosas mundanas, La realidad palpable, meras copias inferiores, reflejos de las anteriores. La perfección, según Agustín, paso a ser la idea visible de la bondad pura, la verdadera realidad que existe independientemente de nosotros. El espíritu y la materia de Platón pasan a ser en Agustín el Espíritu y la carne; lo superior y lo inferior se transforman en lo inmutable. Para Agustín  la existencia no es el resultado de la participación del bien como lo plantea Platón, sino de la participación en Dios. El cuerpo también participa de manera desobediente y obstinada.

Las Confesiones

En las Confesiones, Agustín  relata las diferentes etapas de su desastrosa juventud: los pecados cometidos durante su adolescencia (sus erecciones voluntarias e involuntarias); sus creencias en el maniqueísmo (la coexistencia entre los principios antagónicos  del bien y el mal) y por último, su tardía entrega a Dios a la edad de  treinta y tres años.

Agustín, según su propio testimonio, se la pasaba muy bien, pero el placer no dejaba de estar enturbiado por la culpa. Agustín era un hombre de carne y hueso, un amante de las mujeres, no un santo varón. Quizás sea esta percepción lo que nos permite identificarnos con Agustín, su autenticidad como ser humano, la lucha consigo mismo, sus anhelos, sus triunfos  y recaídas y la voluntad siempre pendiente  de un  débil hilo.

Agustín comprende la naturaleza de la vida, está familiarizado, porque lo ha vivido, con el egoísmo, con los vicios que forman la base de la personalidad  humana, con el deseo de desobediencia, la libertad, que es tan fuerte, que jamás podremos dominar. San Agustín, en sus Confesiones, es la vida misma.