Heinrich von Kleist / DRAMATURGO
Nacido en Fráncfort del Oder en 1777, Kleist era
hijo de un oficial. En 1804, Kleist debutó como dramaturgo con el estreno en
Graz (Austria) de 'La familia Schroffenstein', drama con el que se inicia una
producción dramática y narrativa abundante.
La obra y la vida de Heinrich von Kleist sigue
siendo para muchos un enigma 200 años después de su muerte. Von Kleist sigue
siendo, sin lugar a dudas, una de las figuras más contradictorias y complejas
de la literatura alemana. Su figura ha sido reclamada por diversas corrientes
estéticas y ha intentado, a lo largo de los años ,
ser instrumentalizada por las más variadas ideologías políticas.
En todo caso, la
obra de Kleist y las percepciones que se puedan tener son contradictorias y no
se agotan en el terreno político sino que parece haber algo más esencial. Thomas
Mann, por ejemplo, parecían sentir una mezcla de atracción y repugnancia por la
obra de Kleist. Quizás se deba a la
radicalidad de sus narraciones y sus dramas, en donde suele haber descripciones
y representaciones de excesiva violencia
qu resultan difíciles de digerir.
Mientras que en 1911, en el primer centenario de
la muerte, había quien definía a Kleist como culminación del clasicismo,
cincuenta años después otros lo definían como precursor de la vanguardia y
ahora su teatro es relacionado con el de Samuel Becket.
"En las riberas del Havel vivía hacia mediados del siglo XVI un tratante de caballos llamado Michael Kohlhaas, hijo de un maestro de primeras letras, y uno de los hombres más honrados y a la vez más terribles de toda su época. Hasta sus treinta años de edad, este hombre tan fuera de lo común hubiera podido ser considerado como modelo de ciudadanos. En una aldea que todavía hoy lleva su nombre, poseía una granja en la cual vivía tranquilamente con lo que le producía su oficio, educando a sus hijos en el temor de Dios, en el amor al trabajo y en la lealtad. No había uno solo de sus vecinos que no se hubiera aprovechado alguna vez de su generosidad o de su justicia; en una palabra, el mundo hubiera bendecido todavía hoy su memoria, si no hubiera pecado de excesivo en una virtud. Su sentimiento de la justicia, empero, le convirtió en asesino y bandolero".
“LA ASOMBROSA GUERRA DE MICHAEL KOHLHASS”
Ahora, con un poco más de tiempo, aprovechando las fiestas navideñas,
he releído la pequeña novela de Heinrich von kleist, “La Asombrosa Guerra
de Michael Kohlhass”. Nacido el 18 de octubre de 1877 en
Frankfort y suicidado el 21 de noviembre de
1911 en Postdam. Escribió una novela del siglo XIX que describe con
aplicada narrativa, la vida, la tradición y las costumbres del país de los
Lânders en el siglo XVI. Como en toda obra LITERARIA nos encontramos ante una
ficción, pero debemos pisar con pie
firme, pues nos movemos en terreno movedizo, un camino sembrado de trampas en el que habrá que leer entre líneas para no
perdernos en subterfugios sin importancia: las novelas no se escriben para
contar historias sino para transformar la vida.
Heinrich von kleist,
cuenta la historia de un hombre al que un terrateniente, Junker von Tronka, le
decomisa, de manera arbitraria, una recua de caballos que era su más preciado
tesoro. Michael Kohlhass, procura por todos los medio con cumplir con las exigencias y obligaciones que se le imponen para
recuperar, cumpliendo la ley, sus equinos. Pero no lo consigue. Las bestias han
desaparecido. El sentido de justicia se quiebra. El episodio desata en
Kohlhaas, hasta ese día un ciudadano ejemplar, un sentido de retaliación,
justiciero, que lo transforma en forajido. Buscando la reparación por el daño
sufrido, destruye pueblos, asesina civiles y siembra el terror por las riveras del rio
Havel. Cuentan que llamaron hasta a Martin Lutero para que interviniera e
intercediera para apaciguar a Kohlhaas.
El Reformador Lutero le envió una misiva en la que le consignaba lo siguiente:
“”Kohlhaas, tú que pretendes haber sido enviado para empuñar la espada de la
justicia ¿de qué te precias, osado, al
valerte de la locura de la ciega pasión si desde la coronilla hasta el
calcañar representas el colmo de la injusticia”. Pero solo consiguió un armisticio, la guerra continuó por muchos
años.
Es el sentimiento de
injusticia, el poder del agravio cometido por quienes tienen la obligación de
cumplir y hacer cumplir la ley lo que resulta intolerable y violento, tanto más si el violentado,
atacado por el estado, resulta ser un
ciudadano común y corriente cumplidor de su deber. La desmesurada actitud del
estado como de la respuesta provocada
impide cerrar las heridas con un hombre que, de una u otra forma, refleja una
realidad cotidiana de injusticias ancladas al pasado y, otras, al presente en que vivimos, flor apenas entre
abierta. Kohlhaas, muere como un criminal sin indulgencias, o sí, el Príncipe de Sajonia le reconoció los bienes perdidos,
sus derechos y su honra. Pero lo condeno a muerte por haber “quebrantado la paz
territorial”. Reparado el agravio, no solo se hizo justicia con él sino con
aquellos quienes le habían infringido el daño. Y para que no se repitiera la
historia, el Principe se comprometió a educar
como caballeros y hombres de bien a los hijos del condenado. Así
termina la historia. De ella dijo su autor, Heinrich von Kleist:
“El mundo habría tenido que honrar su memoria, a no ser porque el hombre dio en
exagerar el cultivo de una virtud: fue el sentido de la justicia, la razón que
lo convirtió en forajido y asesino…”
Esta novela nos invita
a la reflexión frente al sentido de la justicia y el alcance de la injusticia,
cuando se ejercen la una como virtud y la otra como defecto de la autoridad en
la aplicación del imperio de la ley. Desde aquí, invito a los lectores, a leer
esta obra aleccionadora en estos tiempos
de guerras injustas, de crímenes nefandos sin sanción, de injusticia y de
incumplimientos en el ejercicio y
aplicación de la justicia o en el engaño reiterado de políticos marrulleros en el ejercicio de la democracia.
Por último, para cerrar esta reseña, no debemos olvidar que el pilar
fundamental de la democracia es la justicia en todos sus órdenes.
PARA REFLEXIONAR
Entre la espada y la
pared…
“Los mejores engaños
son aquellos que parecen proporcionar a la otra persona una oportunidad: las
victimas sienten que controlan la situación; pero, de hecho, son marionetas.
Tenemos que ofrecer a los demás opciones que actúen a nuestro favor sin
importar lo que elijan. Hay que forzarlos a tomar decisiones entre el menor de
dos males, sirviendo cualquiera de
ellas para nuestros propósitos. Hay que
ponerles entre la espada y la pared: se
la van a clavar vayan donde vayan”.
ANONIMO
Carlos Herrera Rozo.
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