El Autor
FRANZ KAFKA 1883- 1924
Escritor checo en lengua alemana. Nacido en el seno de
una familia de comerciantes judíos, Franz Kafka se formó en un ambiente
cultural alemán, y se doctoró en derecho. Los
temas de la obra de Kafka son la soledad, la frustración y la angustiosa
sensación de culpabilidad que experimenta el individuo al verse amenazado por
unas fuerzas desconocidas que no alcanza a comprender y se hallan fuera de su
control. En filosofía, Kafka es afín al danés Sören Kierkegaard y a los
existencialistas del siglo XX. En cuanto a técnica literaria, su obra participa
de las características del expresionismo y del surrealismo. La escritura de Kafka
es brillante e irónica, en ella se
mezclan con naturalidad fantasía y realidad. Su obra posee un aire fantasmal, como sucede por ejemplo en La metamorfosis (1915). Gregorio Samsa,
el protagonista, un voluntarioso viajante de comercio, descubre al despertar
una mañana que se ha convertido en un enorme insecto; su familia lo rechaza y
deja que muera sol En la colonia penitenciaria (1919), es un
escalofriante relato fantástico sobre las cárceles y la tortura. Contraviniendo
el deseo de Kafka de que sus manuscritos inéditos fuesen destruidos a su muerte,
el escritor austriaco Max Brod, su gran amigo y biógrafo, los publicó
póstumamente. Entre esas obras se encuentran las tres novelas por las que Kafka
es más conocido: El proceso (1925), El castillo (1926), y América
(1927)..
La frase
"No
desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece
terminado, surgen nuevas fuerzas. Esto significa que vives."
La obra
LA METAMORFOSIS
Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de
un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso
insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, en forma de caparazón y, al levantar un poco
la cabeza veía un vientre abombado, el color pardo, dividido por partes duras
abombadas, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse la manta con la cual se cubría, a punto ya de caer al
suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de
su cuerpo, se movían sin concierto ante la incredulidad de su mirada.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó.
No era un sueño. Su habitación, permanecía tranquila,
entre las cuatro paredes harto conocidas. Por encima de la mesa, sobre la que
se encontraba extendido un muestrario de paños desempaquetados -Samsa era
viajante de comercio-, estaba colgado aquel cuadro que hacía poco había
recortado de una revista y había colocado en un marco dorado. Representaba a una dama ataviada
con un sombrero y una boa de piel, que estaba allí, sentada muy erguida y
levantaba hacia el observador un pesado manguito de piel, en el cual había
desaparecido su antebrazo. ..
No hay comentarios:
Publicar un comentario