"UN HOGAR SIN LIBROS ES COMO UN CUERPO SIN ALMA"
"VEO QUE ME HA SUCEDIDO LO MISMO QUE OCURRE A LOS MANUSCRITOS PEGADOS EN SUS ROLLOS TRAS LARGO TIEMPO DE OLVIDO:HAY QUE DESENROLLAR LA MEMORIA Y DE VEZ EN CUANDO SACUDIR TODO LO QUE ALLÍ SE HALLA ALMACENADO"
SENECA-

jueves, 22 de septiembre de 2011


William  Faulkner.




El Autor:


Uno de los novelistas estadounidenses más importantes de este siglo, famoso por sus cerca de veinte novelas en las que retrata el conflicto trágico entre el viejo y el nuevo sur de su país. Nació en New Albany (Mississippi) el 25 de septiembre de 1897 y creció en las cercanías de Oxford. En la I Guerra Mundial ingresó en las fuerzas aéreas de Canadá sin llegar nunca a entrar en acción.  En 1924 publicó por su cuenta El fauno de mármol, un libro de poemas. Viajó a Nueva Orleans donde trabajó como periodista y conoció al escritor de cuentos Sherwood Anderson, que le ayudó a encontrar un editor para su primera novela, La paga de los soldados (1926), y le convenció para que escribiera acerca de la gente y los lugares que conocía mejor. Esta novela narra la historia de un soldado joven que vuelve a casa después de la I Guerra Mundial, inválido física y mentalmente, y cómo su enfermedad y muerte posterior afectan a sus allegados más cercanos. Viaja  por Europa vuelve a casa y comenzó a escribir su serie de novelas, ambientadas en el condado ficticio de Yoknapatawpha (inspirado en el condado de Lafayette), habitándolo con  indios, negros, ermitaños, provincianos blancos  y pobres. El año 1929 fue crucial para Faulkner. A su novela Sartoris siguió El sonido y la furia, novela que confirmó su madurez como escritor. Se casó con  Estelle Oldham, decidiendo establecer su casa y fijar su residencia literaria en el pequeño pueblo de Oxford. Sus libros recibieron buenas críticas pero sólo se vendió bien Santuario.

 
Faulkner es exigente con el lector. Crea una atmósfera de difícil secuencia, sus frases complejas se alargan demasiado y, jugando con el tiempo de la narración, interpola relatos, experimenta con múltiples narradores e interrumpe la narración  con monólogos interiores. La obra de Faulkner, casi experimental,  creó escuela y las letras hispanas siguieron trabajando el género, como puede apreciarse  en las obras de  García Márquez, Juan Rulfo , Carlos Fuentes ,Vargas Llosa y en fin en la  generación del boom Latinoamericano.  Los  logros de Faulkner como escritor fueron reconocidos internacionalmente en 1949 al concedérsele el Premio Nobel de Literatura. Continuó escribiendo, tanto novelas como cuentos, hasta su muerte en Oxford, el 6 de julio de 1962. Entre sus obras principales se encuentran Mientras agonizo (1930), Luz de agosto (1932), ¡Absalom, Absalom! (1936), Los invictos (1938), El villorrio (1940), Desciende Moisés (1942), Intruso en el polvo (1948), Una fábula (1954, Premio Pulitzer de 1955), La ciudad (1957), La mansión (1959) y Los rateros (1962), también ganadora de un Premio Pulitzer.







La Frase:

“Nuestra tragedia actual es un temor general en todo el mundo, sufrido por tan largo tiempo que ya hemos aprendido a soportarlo. Ya no existen problemas del espíritu, sólo queda esta interrogante: ¿Cuándo estallaré? A causa de ella, el escritor o escritora joven de hoy ha olvidado los problemas de los sentimientos contradictorios del corazón humano, que por sí solos pueden ser tema de buena literatura ya que únicamente sobre ellos vale la pena escribir y justifican la agonía y los afanes.

Ese escritor joven debe compenetrarse nuevamente de ellos. Aprender que la máxima debilidad es sentirse temeroso y después de aprenderlo olvidar ese temor para siempre, no dejar lugar en su arsenal de escritor sino para las antiguas verdades y realidades del corazón, las eternas verdades universales sin las cuales toda historia es efímera y predestinada al fracaso: amor y honor, piedad y orgullo, compasión y sacrificio”.



“Un hombre es la suma de sus desdichas. Se podría creer que la desdicha terminará un día por cansarse, pero entonces es el tiempo el que se convierte en nuestra desdicha”.

                                                                                            William Faulkner



La Obra:


Mientras Agonizo

Mientras  agonizo es una  novela fúnebre, centrada en una mujer que agoniza, Addie Bundren, y después, en la carreta que  lleva el cadáver por un camino  accidentado para cumplir con la última voluntad de su dueña: Sepultar su cadáver donde vio  sus primeras  luces, donde estuvo su cuna.

El relato es la narración de un viaje épico, aunque la forma en que se narran los acontecimientos, desde el interior de los personajes, se aleja del realismo Homérico. Puede afirmarse así mismo que, dado lo rudo de sus personajes, desarrapados campesinos, movidos por pasiones primarias bajan del lugar donde viven, para dirigirse, a través de una tierra maldita, en busca de una tumba lejana. Mientras agonizo es  un simbólico descenso a los infiernos, un viaje dantesco a la región de los muertos.

Faulkner en su afán de liberarse  de su puritanismo  se siente aterrorizado y atraído por el poder del mal en sí mismo, y en particular, por la lujuria como violación de la inocencia y como recaída en el pecado original, que es el origen de la muerte. Por ello, Dewey, la única hija del matrimonio Bundren, se sintió arrastrada, como su progenitora, por los oscuros instintos de la sangre y cayó en el torbellino del instinto ciego del amor carnal.

Ya casi al final de la novela nos encontramos  con un monologo  que tiene algo de macabro toda vez que, parece que de pronto, el cadáver de la difunta, ya putrefacto, cobre vida y pronuncie unas palabras estremecedoras: “Como mi padre solía decir, la finalidad de la vida no es otra que la de aprestarse a estar mucho tiempo muerto. Y al pensar en que tenía  que ver día tras día a cada uno de ellos y de ellas, y todos con sus respectivas  vergüenzas y egoísmos personales, y que tal era, a lo que parecía, la única manera de disponerme a bien morir, no podía menos de maldecir a mi padre por habérsele ocurrido engendrarme”.



Carlos Herrera Rozo.








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