"UN HOGAR SIN LIBROS ES COMO UN CUERPO SIN ALMA"
"VEO QUE ME HA SUCEDIDO LO MISMO QUE OCURRE A LOS MANUSCRITOS PEGADOS EN SUS ROLLOS TRAS LARGO TIEMPO DE OLVIDO:HAY QUE DESENROLLAR LA MEMORIA Y DE VEZ EN CUANDO SACUDIR TODO LO QUE ALLÍ SE HALLA ALMACENADO"
SENECA-

miércoles, 21 de septiembre de 2011


SOFOCLES


Seguimos con los clásicos y no por  presumir de intelectuales sino porque  comprendemos que releer dichas obras nos conduce al máximo placer de la lectura, a desentrañar la vida, conocer sus misterios y, de alguna manera, reconocer nuestros más caros anhelos.

Leer es mimetizarse con lo leído  y, en el mejor de los casos, identificarse con algún personaje para vivir en él la historia en primera persona, hacer parte de la ficción, relacionarse con la alteralidad, la nuestra, la ajena o la de la literatura que a diferencia de los amigos, del otro de carne y hueso, permanece intacta esperándonos para darnos sosiego o enseñarnos algo nuevo; los amigos, la familia, los seres cercanos a los que queremos, por contingencias de la vida pueden desaparecer, la literatura no.

Las grandes obras de la literatura, en el mundo de hoy son aquellas que sobreviven  a la actual era de la información más allá  del cine y del gran hermano y de las series televisivas, aquellas que seguiremos  leyendo y releyendo como Hamlet, El Quijote, El Rey Lear, Edipo Rey, Grandes Esperanzas, Cien años de soledad o cualquiera de las que hemos  glosado en estas páginas. Por todo ello, nuestro autor es hoy Sófocles y su obra Edipo Rey.

  Uno de los tres grandes dramaturgos de la antigua Atenas, junto con Esquilo y Eurípides. Sófocles nació en Colona  alrededor del año 496 a.C.  Sófocles recibió la mejor educación aristocrática tradicional. De joven fue llamado a dirigir el coro de muchachos para celebrar la victoria naval de Salamina en el año 480 a.C. En el 468 a.C., a la edad de 28 años, derrotó a Esquilo, cuya preeminencia como poeta trágico había sido indiscutible hasta entonces. En el 441 a.C. fue derrotado a su vez por Eurípides en uno de los concursos dramáticos que se celebraban anualmente en Atenas. Sin embargo, a partir del 468 a.C., Sófocles ganó el primer premio en veinte ocasiones, y obtuvo en muchas otras el segundo. Su vida, que concluyó en el año 406 a.C., cuando el escritor contaba casi noventa años, coincidió con el periodo de esplendor de Atenas. Pese a no comprometerse activamente en la vida política y carecer de aspiraciones militares, fue elegido por los atenienses en dos ocasiones para desempeñar una importante función militar.

Sófocles escribió más de cien piezas dramáticas, de las cuales se conservan siete tragedias completas y fragmentos de otras ochenta o noventa. Las siete obras conservadas son Antígona, Edipo Rey, Electra, Áyax, Las Traquinias, Filoctetes y Edipo en Colono. También se conserva un gran fragmento del drama satírico Los sabuesos, descubierto en un papiro egipcio alrededor del siglo XX. Le siguen Antígona y Las Traquinias (posteriores a 441 a.C.). Edipo Rey y Electra datan del 430 al 415 a.C. Se sabe que Filoctetes fue escrita en el año 409 a.C. Estas siete tragedias se consideran sobresalientes por la fuerza y la complejidad de su trama y su estilo dramático, y al menos tres de ellas Antígona, Edipo Rey y Edipo en Colono son consideradas unánimemente como obras maestras. Antígona propone uno de los principales temas del autor: el carácter de los protagonistas, las decisiones que toman y las consecuencias, a menudo dolorosas, de estos dictados de la voluntad personal. Edipo Rey, merecidamente famosa por su impecable construcción, su fuerza dramática y su eficaz ironía, fue considerada por Aristóteles en su Poética, como la más representativa, y en muchos aspectos la más perfecta, de las tragedias griegas.


La Frase

“Oh habitantes de mi patria, Tebas, mirad: he aquí a Edipo, el que solucionó los famosos enigmas y fue hombre poderosísimo; aquel al que los ciudadanos miraban con envidia por su destino! ¡En qué cúmulo de terribles desgracias ha venido a parar! De modo que ningún mortal puede considerar a nadie feliz con la mira puesta en el último día, hasta que llegue al término de su vida sin haber sufrido nada doloroso”.

La Obra.


La más famosa de las tragedias griegas es  sin lugar a dudas Edipo Rey. En ella hay algo particularmente amenazador y terrible. La historia surge de dos profecías entrelazadas procedentes del oráculo de Apolo: Layo y Yocasta tuvieron un hijo, el oráculo vaticino que  aquel niño mataría a su padre. Layo, su padre, dominado por el pánico, envía al niño  a recibir la muerte a un bosque.  Años después, Edipo, un huérfano criado por el rey y de Corinto, un  estado vecino, oye que  su destino, según el oráculo, es matar a su padre y casarse con su madre. En síntesis un padre oye que será asesinado por su hijo y en consecuencia se deshace de  él; del otro lado un hijo escucha que matara a su padre y se casara con su  madre y por tanto huye del lado de quienes cree  que son sus padres verdaderos-

La obra de Sófocles es una estructura de  temores, una trama de sospechas que se apaciguan o se inflaman para al final quedar definitivamente aclaradas. La trama crea una ironía dramática, el espectador, el publico sabe  lo que Edipo ignora, pero también crea, da la sensación  de una ironía intrínseca de la vida, sin quererlo, nos convertimos en aquello que queremos evitar, somos lo que odiamos: Edipo es grande porque a pesar de que  lo que descubre constituye una sentencia, un peligro para él sigue adelante.

“Además, ¿estoy profanando el lecho del muerto,

Con estas manos que le quitaron la vida?  ¿No soy un vil?

 ¿No soy la hez de la impureza?

A mis manos murieron todos….

Sófocles crea una enorme furia promovida  por una enorme voluntad. La tragedia nos perturba porque sugiere que podemos ser inteligentes y rudos –Matar al padre y acostarse con la madre- sujeto por una fuerza irracional incontrolable. Así funciona el universo. Los hombres inteligentes, los poderosos no están exentos ni más libres que los  tontos de cometer actos de barbarie.  No es el destino el que nos acomete para que obremos en  determinado sentido, no,  es  la falta  de visión, de perspectiva, en síntesis la ceguera la que nos aparta  de la verdad, del conocimiento así  queramos alcanzarlo.

Federico Nietzsche en El Origen De La Tragedia  afirma: “En Esquilo la nausea queda disuelta en el terror sublime frente a la sabiduría del orden del mundo, que resulta difícil de conocer  debido únicamente a la debilidad del ser humano.  En Sófocles ese terror es toda vía más grande, pues  aquella sabiduría es totalmente insondable. Es el estado de ánimo, más puro, de la piedad, en el que no hay lucha, mientras que el estado de ánimo en  Esquilo tiene constantemente la tarea de justificar la administración de la  justicia por los dioses, y por ello se detiene siempre ante nuevos problemas. El límite del ser humano, que Apolo ordena investigar, es cognoscible para Sófocles, pero es más estrecho y restringido de lo que Apolo opinaba en la época pre-dionisiaca-.  La falta de conocimiento que el ser humano tiene  acerca de si mismo – su ceguera- es el problema de  Sófocles, la falta de conocimiento que el ser humano tiene de los dioses es el problema de Esquilo”



Carlos Herrera Rozo

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